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Sagradas Escrituras Versión Antigua 1569
 
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Hechos Capítulo 2

1  
Cuando se cumplieron los días de las siete semanas, estaban todos unánimes juntos;
2  
y de repente vino un estruendo del cielo como de un viento vehemente que venía con ímpetu, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;
3  
y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, que se asentó sobre cada uno de ellos.
4  
Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, como el Espíritu Santo les daba que hablasen.
5  
(Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones religiosos, de todas las naciones que están debajo del cielo.)
6  
Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar su propia lengua.
7  
Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: He aquí ¿no son galileos todos éstos que hablan?
8  
¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en su lengua en que somos nacidos?
9  
partos y medos, y elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea y en Capadocia, en el Ponto y en Asia,
10  
En Frigia y Panfilia, en Egipto y en las partes de Africa que está de la otra parte de Cirene, y romanos extranjeros, tanto judíos como convertidos,
11  
cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
12  
Y estaban todos atónitos y perplejos, diciendo los unos a los otros: ¿Qué es esto?
13  
Mas otros burlándose, decían: Que están llenos de mosto.
14  
Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó su voz, y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.
15  
Porque éstos no están borrachos, como vosotros pensáis, siendo la hora tercia del día;
16  
mas esto es lo que fue dicho por el profeta Joel:
17  
Y será en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; y vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros viejos soñarán sueños.
18  
Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días, derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
19  
Y daré prodigios arriba en el cielo, Y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo;
20  
El sol se volverá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto;
21  
y acontecerá que todo aquel que invocare el Nombre del Señor, será salvo.
22  
Varones Israelitas, oíd estas palabras: El Jesús Nazareno, varón aprobado de Dios entre vosotros en maravillas y prodigios y señales, que Dios hizo por él en medio de vosotros, como también vosotros sabéis;
23  
ste, entregado por determinado consejo y providencia de Dios, tomándolo vosotros lo matasteis con manos inicuas, crucificándole;
24  
al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible ser detenido de ella.
25  
Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; porque lo tengo a la diestra, no seré removido.
26  
Por lo cual mi corazón se alegró, y mi lengua se gozó; y aun mi carne descansará en esperanza;
27  
que no dejarás mi alma en el infierno, ni darás a tu Santo que vea corrupción.
28  
Me hiciste notorios los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia.
29  
Varones hermanos, se os puede libremente decir del patriarca David, que murió, y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.
30  
Así que siendo profeta, y sabiendo que con juramento le había Dios jurado que del fruto de su lomo, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo que se sentaría sobre su trono;
31  
viéndolo antes, habló de la resurrección del Cristo, que su alma no fue dejada en el infierno, ni su carne vio corrupción.
32  
A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
33  
Así que, levantado por la diestra de Dios, y recibiendo del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros ahora veis y oís.
34  
Porque David no subió a los cielos; pero él dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,
35  
hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
36  
Sepa pues ciertísimamente toda la Casa de Israel, que a este Jesús que vosotros crucificasteis, Dios ha hecho el Señor y el Cristo.
37  
Entonces oído esto, fueron compungidos de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
38  
Y Pedro les dice: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Cristo, para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
39  
Porque a vosotros es la promesa, y a vuestros hijos, y a todos los que están lejos; a cualesquiera que el Señor nuestro Dios llamare.
40  
Y con otras muchas palabras testificaba y los exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
41  
Así que, los que recibieron su palabra, fueron bautizados; y fueron añadidas a ellos aquel día como tres mil personas.
42  
Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la comunión, y en el partimiento del pan, y en las oraciones.
43  
Y toda persona tenía temor; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.
44  
Y todos los que creían estaban juntos; y tenían todas las cosas comunes;
45  
Y vendían las posesiones, y las haciendas, y las repartían a todos, según la necesidad de cada uno.
46  
Y perseverando unánimes cada día en el Templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y con sencillez de corazón,
47  
alabando a Dios, y teniendo gracia con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la Iglesia los que habían de ser salvos.
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