Esaú CrespoIntroducción:
Este precioso pasaje nos enseña que no siempre Dios concede lo que le pedimos. Los dos discípulos protagonistas de esta lectura son personas que merecen nuestro respeto por el hecho de que en su petición reflejaron que tenían fe en el hecho de que un día el Señor Jesús, el Mesías de Israel, se sentaría en el trono literal del rey David. Sin embargo, a pesar de que eran personas de fe reciben la exhortación del Señor porque su petición reflejaba orgullo y exaltación en detrimento de sus demás hermanos discípulos del Señor.
La Biblia constantemente nos manda que pongamos todas nuestras peticiones delante del Señor y el hacerlo manifiesta principalmente dos cosas: Nuestra dependencia de Dios y fe en sus fieles promesas. Todos aquellos creyentes que tiene un ministerio glorioso de oración lo hacen porque están en dependencia del Señor; los creyentes que no oran es porque se consideran autosuficientes; Es decir, que según ellos tienen el control de todas las cosas y, por lo tanto, no necesitan de Dios. Los creyentes que oran constantemente son personas que además de mostrar dependencia del Señor, también reflejan la fe de sus corazones.
Cuando leemos este pasaje en el Evangelio de Mateo encontramos allí que no fueron los discípulos los que hicieron la petición, sino la madre de ellos. Al comparar la información de los dos Evangelios llegamos a la conclusión que fue la madre de Jacobo y Juan, Salomé, la que instigó sus hijos para que hicieran tal petición. La respuesta del Señor Jesús a aquella petición nos enseña las siguientes lecciones:
- No siempre Dios cede a lo que pedimos.
- Las peticiones deben llevar como propósito la exaltación de Dios y su obra.
- Las peticiones deben buscar el bien de los demás.
- Las peticiones deben tener como base nuestra salud espiritual.
A continuación sacaremos algunas lecciones básicas que el pasaje nos enseña y que tiene como propósito que nosotros los creyentes no cometamos los mismos errores que cometieron aquellos hermanos. Dios no concedió la petición de aquellos dos hermanos...
I. Porque la petición buscaba la exaltación del Yo. (vs. 35-37).
II. Porque la petición estaba basada en la ignorancia de los planes soberanos de Dios. (v. 38a).
Los discípulos no habían entendido el plan de Dios ni qué era lo que estaban pidiendo. Jesús les había enseñado que Él era el rey prometido, que Él era el Mesías de Dios, que Él un día se iba a sentar en el trono del rey David; pero era necesario pasar por la experiencia de la cruz; porque mediante la cruz el Señor conquistaría el pecado, la muerte y al mismo infierno y traería para todos los pecadores un cúmulo glorioso de bendiciones. Los discípulos querían poder, prestigio, gloria; pero no hay gloria sin primero tratar el problema del pecado. Y Dios ya trató el pecado en la cruz de Jesucristo.
III. Porque el camino a la gloria de dios comienza con la cruz de cristo y la negación del hombre mismo (vs. 38b, 39).
Todo mensaje de redención que no incluye la cruz del Señor Jesucristo no es un mensaje de Dios, sino del diablo. El mensaje de redención que la iglesia del Señor Jesucristo predica está fundamentado en la verdad de que "Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras" (I Corintios 15:3,4) Para llegar a ser participantes de la gloria de Dios tenemos que acudir a la cruz de Cristo y humillarnos ante su presencia por todas las maldades que hay en nuestro corazón. Dios no contestó la petición de aquellos discípulos...
IV. Porque la exaltación de un hombre pertenece al deseo soberano de Dios. (v. 40) (vea Juan 21:20-22).
Dios hace maravillas con los pecadores que se humillan ante su presencia. David, un sencillo y pobre pastor de ovejas, llegó a ser el flamante y poderoso rey de Israel; Jacob, un mentiroso usurpador que fue capaz de engañar a su mismo padre, llegó a ser el fundador de una preciosa nación; Rahab, una ramera barata de Jericó, llegó a ser parte de la familia del Señor Jesucristo, etc. Leemos en el Salmo 113:7-9: "Él levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del muladar, para hacerlos sentar con los príncipes, con los príncipes de su pueblo. Él hace sentar en familia a la estéril, que se goza en ser madre de hijos. Aleluya". Estimado lector, si en los planes soberanos de Dios, usted un día es exaltado, alabe a Dios por eso, pero no se llena de orgullo porque puede correr la suerte del mismo diablo y de todos aquellos que se llenaron de orgullo y terminaron en la más terrible tragedia. Dios no contestó la petición de aquellos dos discípulos...
V. Porque el camino a la exaltación comienza en la humillación y el servicio. (vs. 41-45).
El Señor Jesucristo nos enseña que el hombre sin Dios se hace señor de los demás hombres y llega al colmo de esclavizarlos como si fueran animales. La historia es testigo fiel de cómo el hombre ha llegado a enseñorearse de sus semejantes a grado tal que ha cometido las más terribles atrocidades para gobernar sobre otros hombres. Pero el Señor Jesucristo nos enseña que los cristianos no busquemos el señorío terrenal, sino el servir a los demás como Él mismo nos ha enseñado con sus santas palabras y con los gloriosos ejemplos como cuando tomó agua para lavar los pies de los apóstoles según nos narra el Evangelio de San Juan Cap. 13.
Conclusión:
El Señor Jesucristo no concedió la petición de Jacobo y Juan porque tal petición estaba basada en el espíritu egoísta de aquellos dos hermanos; ellos no sólo eran egoístas, sino también ignorantes de los planes de Dios de que antes de llegar a la gloria había que pasar por la experiencia de la cruz. Dios no rechaza la exaltación del hombre si éste primero se humilla arrepintiéndose de sus pecados y creyendo en el Señor Jesucristo.
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