Noviembre 22, 2024
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Dando De Lo Que Tenemos

 
 

Josué Mora Peña

Siempre he creído que soy una persona muy generosa, amistosa, amable con todos y compasiva. Me da dolor ver a personas que sufren. Cuando tengo que ir a visitar a alguien en algún hospital, me deprime ver a tantas personas enfermas. Cuando se de alguien que necesita ayuda, cualquier clase de ayuda, procuro ayudarle, aun cuando se trata de dinero y cuando estoy en condiciones de hacerlo, naturalmente. Tengo costumbre de orar por aquellas personas que están teniendo algún problema con su auto en la carretera. Me digo a mi mismo, "si fuera mecánico, podría ayudarles". A veces pienso que si tuviese mucho dinero, lo repartiría entre los pobres e indigentes. Pero, como no lo tengo, no lo hago. Si lo tuviese, tal vez pensaría diferente, pero creo que no.

Con esta pequeña introducción estoy diciendo que no podemos dar lo que no tenemos, sino solamente aquello que tenemos. Algo que sí puedo dar al que me lo pida, son las deudas que tengo que pagar, mis preocupaciones, afanes, angustias, etc. En el libro de Los Hechos de los Apóstoles, en el Nuevo Testamento, capitulo 3, versos del 1 al 8 tenemos una historia muy interesante. Se trata de dos discípulos de Cristo que fueron al templo a orar, ala hora de la oración (perdonen la redundancia). Aunque es correcta porque algunos van al templo no a orar sino a otros asuntos. Pedro y Juan son los que fueron a orar, a la hora tercera, como las 9 de la mañana. Las tres horas acostumbradas para el judío para ir a la oración eran: la hora tercera (9:00am); la hora del sacrificio, la novena (3:00pm) y a la caída del sol.

Todos los días era traído a la puerta del templo un cojo para pedir limosna. El nombre de la puerta era "La Hermosa". Esta era una puerta favorita de muchos en la ciudad de Jerusalén, también la llamaban la "Puerta de Nicanor", según algunos. En le tiempo de Cristo, había muchos limosneros como también leprosos y era costumbre de la gente dar limosna al que lo necesita. Costumbre que todavía existe en algunos países. Pues bien, cuando el mendigo, que ni siquiera su nombre sabemos, vio a Pedro y Juan iban a entrar en el templo, les pidió ayuda. Ellos no podían dar lo que no tenían. Pero si tenían algo de mucho mas valor que el dinero y las cosas materiales…tenían a Cristo en su corazón. Pero antes de darle lo que tenían, Pedro le dijo, "míranos". ¿Por qué tenía el cojo que mirar a Pedro y Juan para poder recibir de ellos? Porque lo que iba a recibir era algo muy especial. Porque como dice un predicador de Tulsa, Oklahoma, en Estados Unidos, "algo bueno te va a suceder a ti hoy". Y si hemos de ser dogmáticos, para poder recibir las bendiciones de Dios, tenemos que mirarlo a El. Isaías 45:22 dice, "Mirad a mi, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más". Además, al igual que este hombre cojo que esperaba recibir algo de ellos, así nosotros si queremos recibir bendiciones de Dios, hay que esperarlas. Este limosnero, al oír las palabras de Pedro y Juan, pensó que tal vez recibiría de ellos algo especial. Probablemente nunca antes le habían pedido que levantara su vista para saber quien era el que le daba limosna. Me imagino que había algo en el rostro de estos dos personajes que reflejaba amor, compasión, sinceridad y sobre todo, un poder especial que sólo Dios puede dar.

Dicho esto el cojo se les quedó mirando, tal vez algo confuso y sin entender lo que estaba sucediendo, pero al levantar sus ojos y ver a Pedro y Juan, demostró que tenía fe, fe de que recibiría algo de ellos y así fue. Esto me recuerda a aquellas personas que asisten a la iglesia sin esperar recibir nada. Así como entran en el templo así salen---vacíos, sin haber recibido bendición de parte de Dios. Ana fue al templo a orar esperando recibir de parte de Dios un hijo y Dios le concedió 6. Cuando Dios da, da en abundancia (1 Samuel 1 y 2:21). Lo mismo sucede el día de hoy. Cuando adoramos a Dios hay que adorarle en Espíritu y en verdad y hay que esperar de El sus bendiciones.

El verso 6 dice: "Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda". Sin duda alguna que había muchas mas personas con el nombre de Jesús en Israel, por eso Pedro hizo énfasis diciendo que era en el nombre de Jesús, el que había nacido en Nazaret. Además agrega el nombre de Cristo---el Mesías, para que no hubiese mal entendidos. Era precisamente en el nombre de Cristo Jesús, el Hijo de Dios, Dios mismo, que sanaría a aquel cojo. No fue ni Pedro ni Juan sino Dios mismo. Para ese tiempo ya había muchos falsos maestros, profetas y aun cristos. De ahí la necesidad que vio Pedro de asegurarle al cojo que era en el nombre de Cristo Jesús que sería sano. Pedro y Juan dieron lo que tenían----a Cristo Jesús. En los últimos días de Juan Wesley, el fundador de la iglesia metodista, les dijo a sus discípulos: "Solamente dénles a Cristo".

Al reflexionar sobre esto, vemos que el milagro que Dios operó en él fue doble. Siendo cojo de nacimiento, nunca había andado, no sabía lo que era caminar. El ser sanado era como haber nacido, como si fuera un bebé, pero no tuvo que aprender a caminar como los recién nacidos, porque Dios lo sanó y le dio la habilidad de empezar a caminar…y también de poder brincar. ¡Que Dios tan grande y poderoso en verdad tienen aquellos que creen en El y le aman y le sirven de todo corazón!

Pero algo más sucedió con el cojo, él tuvo que hacer su parte. En el verso 7 leemos que "y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos". Pedro le extendió la mano al cojo pare que se levantara. Otra versión dice que le dio la mano para ayudarle a levantarse. El limosnero tuvo que hacer su parte. No se quedó cruzado de brazos. El obedeció a Pedro sin saber quién era él. No sabía si era profeta, algún ángel venido del cielo o alguien muy especial. Simplemente él obedeció. No fue como aquel joven que le pedía a Dios todos los días que le concediera un buen trabajo, pero nunca salía de la casa para ir a buscarlo. Hay personas que dicen que Dios dice en la Biblia, "ayúdate que yo te ayudaré". Aunque esto no está en la Biblia, sin embargo es muy cierto. Es un dicho que es una realidad. Es una perogrullada. Algo que no cabe la menor duda de que así es. Dios siempre hace su parte, nosotros tenemos que hacer la nuestra.

El cojo demostró tener fe. Puso su fe en alguien que no conocía, que no sabía nada ni de Pedro ni de Juan. El verso 16 dice claramente que el cojo fue sano por la fe, "Y por la fe en su nombre (en Cristo Jesús), a éste que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dad a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros". Recomiendo que lean este pasaje de Hechos capítulo 3. Entones al cojo se le afirmaron sus pies, empezó a caminar, pero no se conformó con eso, empezó a brincar. Entró en el templo glorificando a Dios por el milagro que le había concedido. Y ¿quién de nosotros no haría lo mismo al experimentar un milagro como el de este personaje bíblico?

¿Qué nos enseña este sermón?

  • No podemos dar lo que no tenemos;
  • Dios quiere darnos lo que no tenemos---amor, paciencia, pasión por las cosas de Dios, compasión por los que están perdidos espiritualmente, deseo de servir a Dios y de adorarle;
  • El espera que demos aquello que El nos dará. No, no tenemos ni plata ni oro, pero lo que tenemos debemos compartirlo---a Cristo Jesús.

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Pasaje

Hechos 3:1-8

1 Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración.

2 Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo.

3 Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna.

4 Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos.

5 Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo.

6 Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.

7 Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos;

8 y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.

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