Noviembre 22, 2024
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La Quinta Palabra - La Palabra de Necesidad Física

 
 

Josué Mora Peña

Cristo no había comido desde la Pascua, o sea, la noche anterior. Para estas horas, después de medio día del viernes, probablemente ya tenía hambre. El estaba acostumbrado a ayunar, pero no colgado de una cruz ni estando en agonía. El sol candente aumentaba su dolor y tuvo sed. De esa manera se cumplía la profecía del salmo 69:21 que dice, "Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre". En Juan 19.29 leemos, "Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos [los soldados] empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca". Cristo anhelaba tomar de ese líquido tan preciado para el ser humano. Su cuerpo estaba molido por los azotes, su sangre corría a chorros por su cuerpo. Isaías lo describe de la siguiente manera: "Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados" (Isaías 53.3-5).

En esta palabra se refleja claramente la humanidad de Cristo. Contrario a los que abrazan la falsa doctrina del Docetismo—herejía de algunos de los primeros cristianos que enseñaban que Cristo "parecía" tener cuerpo humano, pero que en realidad su cuerpo tenía forma de fantasma y que por lo tanto su muerte en la cruz no fue real. El Docetismo fue atacado por los primeros antagonistas del Gnosticismo, especialmente por Ignacio, circa AD 110. Varios pasajes bíblicos se usaron en contra de tal herejía, especialmente era de I Juan 4.2-3,"En esto conoced el espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios. Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo he venido en carne, no es de Dios; este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo".

Cristo es todo Dios y todo Hombre—el Dios Hombre. Nació de la Virgen María, como enseña el Evangelio de San Lucas, capítulo 2. Creció en "...sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres" (verso 52). Vivió una vida pura y recta. Nunca mintió, nunca engañó a nadie, siempre hizo el bien a todos. Tuvo un triple ministerio: Salvar, enseñar y sanar. Vino al mundo para servir y no para ser servido; dio su vida en rescate por muchos (Marcos 10.45) y fue tan humano como cualquiera de nosotros, pero sin pecar. Se cansaba al caminar; dormía cuando tenía sueño; comía cuando tenía hambre. Como todo ser humano, lloró ante la tumba de su buen amigo, Lázaro (Juan 11); asistió a la escuela (la sinagoga), aprendió; fue tentado por Satanás durante su ministerio y, sin duda alguna, cuando adolescente y joven. Y por eso tuvo sed.

Se podía oír el estertor de la muerte; estaba ya a las puertas. El sol ardiente era insoportable, las alcayatas de madera le rasgaban la piel. ¿Estaría ahí la mujer Samaritana? Aquella que bebió del agua de la vida eterna que Cristo le ofreció, que calmó su sed espiritual? Cristo calmó la sed de muchos que vinieron a El. El no podía calmar su propia sed. Sus labios ya estaban secos, partidos; las glándulas salivares ya no producían saliva; su lengua se pegó a su paladar; su cuerpo continúa sangrando más y más, se está muriendo. Gotas de sangre corren por sus mejillas a causa de la corona de espinas. Sus espaldas están abiertas por la flagelación. ¿Y Cómo es que algunos no pueden oír su dulce voz que nos dice, por medio del himnólogo Frances Havernal, "Mi vida di por ti, mi sangre derramé. Por ti inmolado fui, por gracia te salvé". Y luego hace la pregunta, "¿Qué has dado tú por mí?"

Aun estando pendiente de esa cruz, te dice hoy, "mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna". ¿Has bebido tú de esa agua de vida eterna?

josue.mora@iglesiabautista.org

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Pasaje

Juan 19:28

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese:Tengo sed.

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