Noviembre 22, 2024
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Pruebas Irrefutables De Que Somos Hijos De Dios

 
 

Esaú Crespo

Introducción:

El Señor Jesucristo dice que muchas personas en el día final confesarán que fueron cristianas, pero tendrán una terrible sorpresa cuando el Señor les diga que nunca les conoció. La terrible advertencia se encuentra en el primer sermón que registra el Evangelio de San Mateo (Mateo 6:21-23). La Biblia nos enseña que no basta tener una doctrina ortodoxa, que no basta tener experiencias místicas, que no basta, incluso, predicar el Evangelio; La Palabra de Dios nos orienta para que tengamos confianza en que somos hijos de Dios si existen en nuestra vida las irrefutables pruebas de que somos hijos de Dios.

I. La posición de los hijos de Dios. (vs. 1,2).

A esto podemos llamarle la prueba teológica, es decir, que la Biblia afirma claramente que si creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios, tenemos vida eterna. A través de las páginas del Nuevo Testamento encontramos la enseñanza de que toda aquella persona que pone su confianza en el Señor Jesucristo, Dios la recibe como parte de la familia de Dios. Para Dios esto es suficiente, pero debido a que en la vida hay tanto conflictos a los que se ven sometidos los cristianos, entonces Dios ha dejado otras pruebas para que estemos seguros de que somos hijos de Dios. Más adelante veremos esas pruebas de las que habla la Biblia.

  • "Mirad cual amor"

    "Mirad" tiene el sentido de reflexionar, discernir, gustar, percibir intelectualmente como en lo emocional. Conviene recordar las gloriosas palabras de Juan 3:16: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". La prueba más grande del amor de Dios es que entregó su Hijo en la cruz del Calvario para que los pecadores tengamos la esperanza de la vida eterna.

  • Nos ha dado el Padre (tiempo perfecto). El tiempo del verbo nos indica que en el pasado Dios nos amó, pero en el presente nos sigue amando y siempre nos amará como a hijos por causa de la personal en el Señor Jesucristo.
  • Para ser hijos de Dios (v. 10). Otros son hijos del diablo. (Juan 8:44) La Biblia no enseña una doctrina de salvación universal para todos. Es verdad que Dios ama a todo el género humanos, pero sólo son hijos de Dios los que creen en el Señor Jesucristo, el único camino de salvación. (Juan 1:12).
  • El mundo no nos conoce (no sabe de nuestra relación filial con Dios). En los tiempos que nació el Señor Jesucristo, su padre adoptivo, José, era conocido como un simple carpintero, pero si los líderes de la nación judía hubieran respetado las leyes del reino de Israel y hubieran investigado los lazos genealógicos de José, entonces el rey de Israel no debió ser Herodes, sino José porque éste era descendiente directo del rey David y por lo tanto tenía el legítimo derecho de sentarse como rey en el trono de Israel. Esta ilustración nos hace pensar en lo que ocurre con lo creyentes en el Señor Jesucristo; la gente nos mira como personas raras, sin importancia, sin trascendencia; pero para Dios somos especiales porque somos sus hijos por la fe en el Señor.

II. Las señales de los hijos de Dios. (vs. 3-18).

  • Nos purificamos. (v. 3). A esto podríamos llamarle la prueba moral. Esto nos indica que los cristianos nos apartamos del pecado que es ofensa contra Dios. En los tiempo presentes los factores culturales están entretejidos con asuntos que tienen que ver con la moral cristiana, pero tenemos que pedir la sabiduría de Dios para distinguir con diáfana claridad la diferencia entra cultura y moral. Purificar tiene el sentido de dedicar la vida a Dios; es decir, que nuestro cuerpo que fue instrumento del pecado en la vida de incredulidad, ahora este cuerpo debe servir al Señor. Purificar tiene el sentido de lavar. En el Salmo 51:7 el rey David pide a Dios que lo lave de sus pecados. El Señor Jesucristo dice que los creyentes estamos limpios por la Palabra que nos ha hablado (Juan 15:3)
  • No practicamos el pecado. (vs. 4-6,8,9). La Biblia no enseña que los creyentes ya no pecamos, pero la Biblia sí enseña que ya no practicamos el pecado, y cuando debido a las circunstancias adversas de la vida pecamos contra Dios, tenemos el recurso divino del perdón. En la Primera Carta de Juan Cap. 2 aprendemos que el Señor Jesucristo es nuestro abogado y que Él puede perdonarnos y limpiarnos de toda maldad.
  • Practicamos la justicia. A esto podríamos llamarle la prueba social. Los verdaderos cristianos no son injustos con sus semejantes. Los verdaderos cristianos son justos en sus tratos con los demás.
    • En el hogar.
    • En el negocio
    • En el trabajo.
  • Somos odiados por el mundo. (v. 13).
    • Nos odia porque no somos de él.
    • No participamos de sus obras. (Juan 15:19).
    • Mateo 5:11,12.
  • Amamos a los hermanos. (vs. 10-12, 14-18).
    • El que no ama a su hermano está muerto. (v. 14).
    • Caín no amaba a su hermano. (vs. 12,15).
    • La prueba de amor. (vs. 17,18).

Conclusión:

La Palabra de Dios nos enseña que hay tres pruebas irrefutables de que los cristianos somos hijo de Dios: la primera prueba es la teológica, es decir, que la Biblia afirma categóricamente de que él cree en el Hijo de Dios tiene vida eterna; la segunda prueba en la moral, es decir, que el que cree en Jesucristo, se aparta de la vida de inmoralidad; y por último está la prueba social, es decir que un verdadero creyente no odia a sus semejantes, sino que ama a todo el mundo comenzando por sus hermanos en la preciosa fe del Señor Jesucristo.

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Pasaje

I Juan 3:1-18

1 Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.

2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.

3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.

4 Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.

5 Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.

6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.

7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.

8 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.

9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.

10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.

11 Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.

12 No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.

13 Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece.

14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte.

15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.

16 En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.

17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra ¿Dios en él su corazón, cómo mora el amor de él?

18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.

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