Marzo 29, 2024
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Diez Principios Que La Iglesia Primitiva Puso En Practica

 
 

Esaú Crespo

Introducción:

Con frecuencia nos preguntamos cuál o cuáles fueron las causas que hicieron posible que en tan pocos años aquellos débiles e intrascendentes galileos hicieron una monumental obra de propagación del Evangelio a grado tal que sus enemigos tuvieron que afirmar que "habían trastornado al mundo entero". (Hechos 17:6)

Por supuesto, la pregunta anterior la hacemos los que estamos interesados en obedecer el mandamiento del Señor de que su obra se lleve a cabo tal como El la diseñó: en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra. Los creyentes de la iglesia primitiva no tenían los recursos técnicos con los que cuenta la iglesia en el siglo XXI y la oposición en aquellos días era peor que la amenaza de los gobiernos comunistas en los decenios anteriores y de la de los regímenes de corte teocrático musulmán como ocurrió con los talibanes en Afganistán y como sucede en Irán.

Sin embargo, a pesar de todos los contras de los primeros creyentes, la obra del Señor se hizo tal como Cristo la ordenó. Se tuvo que pagar un precio, pero por causa de Cristo, cualquier precio vale la pena. Observemos, pues, con cuidado la información bíblica y obedezcamos los principios que Lucas nos enseña en este precioso libro llamado: "Los Hechos de los Apóstoles".

1. Principio de la unidad. 1:4

Esta unidad es de la que habló el Señor Jesucristo en Juan cap. 17. Esta unidad debe estar cohesionada por la doctrina bíblica y la presencia del Espíritu Santo. Enseñemos a los hermanos la importancia de la unidad; prediquemos los principios del Salmo 130. Esta unidad era resultado de un espíritu de oración. A través del libro se nos enseña que los líderes de la iglesia enfocaron su ministerio en la oración y la prédica de la Palabra. En el cap. 6 la oposición surgió del seno de la iglesia misma, pero los hermanos con sabiduría de Dios eligieron personas para que se dedicara al ministerio de la asistencia social y los líderes dedicados a orar y a predicar el Evangelio del Señor Jesucristo.

2. Principio de la apropiación del poder del Espíritu Santo. 1:8.

El Señor Jesús prometió que recibirían el poder del Espíritu Santo. No se puede hacer la obra del Señor sin la presencia del Espíritu Santo. Los salvos fundamentan la salvación en tres pilares gloriosos de la fe cristiana: Belén, El monte Calvario y el aposento alto en el día de Pentecostés: en Belén tenemos el hecho histórico de la Natividad; en el monte Calvario tenemos el sacrificio expiatorio de Jesucristo y en el aposento alto tenemos la venida gloriosa del Espíritu Santo para quedarse con y en la iglesia; en Belén Dios está con nosotros, en el Monte Calvario Dios muere por nosotros y en el Pentecostés Dios comienza a vivir en nosotros. Los creyentes no necesitamos otro Pentecostés como tampoco necesitamos otro Belén y otro monte Calvario. Siempre la obra de Dios es perfecta.

3. Principio del liderazgo dirigido por el Espíritu Santo. 2:4,14

Los líderes se sometieron a la dirección del Espíritu Santo. En los primeros capítulos del libro el hombre clave es Simón Pedro. Pedro hace uso de la autoridad que da el Espíritu y ningún miembro de la iglesia puso en entredicho tal autoridad. El líder que se somete a Dios tiene autoridad espiritual. Lucas cap. 7 nos informa que el Señor Jesús sanó al siervo de un Centurión y en dicho relato aflora el principio de autoridad. El Centurión era un hombre que obedecía a su jefe y por tanto él tiene autoridad para dar órdenes y que, por supuesto, se le obedezca. Con harta frecuencia observamos en las iglesias locales de líderes que protestan hasta el cielo porque los demás no se les someten, pero ellos no son obedientes ni a Dios ni a los que están sobre ellos en la organización cristina. Los líderes llenos del Espíritu Santo tienen autoridad espiritual para que otros les obedezcan.

4. Principio de la explicación de las Escrituras. 2:16.

Pedro explico el fenómeno a la luz de la enseñanza de la Escritura. Pedro no se preocupó por darle explicación científica o psicológica al suceso de Dios. Se limitó a decir el apóstol que aquel acontecimiento tenía una explicación a la luz de las Escrituras. Todo predicador debe decir: "La Biblia dice"; el predicador no debe decir: "La iglesia dice", "Mi organización eclesiástica dice" o "Yo digo". Los ministros que predican la Palabra de Dios gozan de la bendición de Dios; las iglesias que predican la Palabra de Dios son estables y bendecidas por Dios.

5. Principio de la predicación basada en la persona del Señor Jesucristo. 2:22.

Pedro predicó la Palabra enfocándola en la persona del Señor Jesús. Los apóstoles exaltaron a Jesucristo. Jesucristo es el poder atractivo de la iglesia. Estimado colega predique a Jesucristo, ame a Jesucristo. El diablo odia al Señor Jesucristo, pero nosotros los creyentes amamos a Jesucristo. Son millones de personas que creen en Jesucristo, pero son pocos los que aman a Jesucristo.

6. Principio del pueblo compartiendo a Jesús. 3:31

Todos los creyentes debemos testificar de Jesucristo. Debemos compartir en el poder del Espíritu Santo. Recordemos que Dios dice que somos testigos; no somos jueces, ni abogados; somos testigos de Jesucristo y llenos del poder del Espíritu Santo.

7. Principio de la actitud positiva. 2:44,45.

En los ministros e iglesia del Señor no debe haber negativismo ni espíritu de amargura. En el cielo no habrá negativismo. El negativismo es una actitud que limita el poder y la soberanía de Dios. En el capítulo 4 aprendemos que los apóstoles fueron torturados, pero eso no los amargó, sino que fue para ellos un motivo de alabanza al Dios soberano; en capítulo 16 los misioneros fueron azotados pero eso no los amargó, sino que fueron provocados para seguir alabando al Señor.

8. Principio de dar una invitación. 2:20

Debemos aprender a cosechar la semilla que sembramos. El apóstol llamó a la gente a Jesús. Debemos informar a la gente con el mensaje bíblico, pero también debemos retar a las personas a una decisión personal con respecto a la persona de Jesús: La gente debe decir: "si", "no", "tal vez mañana" o "nunca".

9. Principio de la adoración con gozo. 2:46

La gente quiere estar donde hay un ambiente de gozo. Nadie quiere estar donde se oyen cánticos parecidos a los fondos musicales de las películas de Drácula.

10. Principio del crecimiento cuantitativo. 2:47.

Cristo dijo: "Edificaré mi iglesia". No es mi iglesia ni la iglesia suya, sino la iglesia del Señor Jesucristo. Está bien claro en la Palabra de Dios que los principios que hicieron que la obra del Señor se extendiera por todo el Imperio Romano estaban basados en una relación adecuada de los creyentes con el Señor Jesucristo. Yo le invito, estimado lector, a que haga una meditación profunda de la Palabra del Señor. Medite todo el libro de Hechos; hágalo en oración y pida al Señor que le ayude a obedecer los mandamientos del Señor y Dios bendecirá su ministerio.

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Pasaje

Hechos 1,2

1:1 En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,

1:2 hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;

1:3 a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.

1:4 Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.

1:5 Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.

1:6 Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?

1:7 Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;

1:8 pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.

1:9 Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.

1:10 Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas,

1:11 los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.

1:12 Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo.

1:13 Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo.

1:14 Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.

1:15 En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número), y dijo:

1:16 Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús,

1:17 y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio.

1:18 Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron.

1:19 Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre.

1:20 Porque está escrito en el libro de los Salmos:
Sea hecha desierta su habitación,
Y no haya quien more en ella; y:
Tome otro su oficio.

1:21 Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros,

1:22 comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección.

1:23 Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías.

1:24 Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido,

1:25 para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar.

1:26 Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.

2:1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.

2:2 Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;

2:3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.

2:4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

2:5 Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.

2:6 Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.

2:7 Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?

2:8 ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?

2:9 Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia,

2:10 en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de Africa más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos,

2:11 cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.

2:12 Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?

2:13 Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto.

2:14 Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.

2:15 Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día.

2:16 Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:

2:17 Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;

2:18 Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.

2:19 Y daré prodigios arriba en el cielo,
Y señales abajo en la tierra,
Sangre y fuego y vapor de humo;

2:20 El sol se convertirá en tinieblas,
Y la luna en sangre,
Antes que venga el día del Señor,
Grande y manifiesto;

2:21 Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.

2:22 Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis;

2:23 a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole;

2:24 al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.

2:25 Porque David dice de él:
Veía al Señor siempre delante de mí;
Porque está a mi diestra, no seré conmovido.

2:26 Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua,
Y aun mi carne descansará en esperanza;

2:27 Porque no dejarás mi alma en el Hades,
Ni permitirás que tu Santo vea corrupción.

2:28 Me hiciste conocer los caminos de la vida;
Me llenarás de gozo con tu presencia.

2:29 Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.

2:30 Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono,

2:31 viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.

2:32 A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.

2:33 Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.

2:34 Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,

2:35 Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

2:36 Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

2:37 Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

2:38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

2:39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

2:40 Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

2:41 Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.

2:42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.

2:43 Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.

2:44 Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas;

2:45 y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.

2:46 Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,

2:47 alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.

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