La Misa Para Los difuntos
Según los hechos de Juan, un escrito apócrifo de 2do. Siglo, el apóstol Juan celebró la Cena del Señor en la tumba de una mujer cristiana en el tercer dÃa luego de su muerte. (Acta Apostolorum Apocrypha).
En las Catacumbas en los Alrededores de Roma
En los cementerios de los primeros cristianos se hallan en las paredes escritos que contienen rezos para los difuntos. Algunos ejemplos: LucÃfera, la señora cara, quien era puro amor y bondad, tiene derecho a un epitafio, para que todo hermano que lo lea, ore a Dios que su alma santa e inocente sea acogida en Dios.
Amerinus a su amada esposa. Que Dios conforte tu alma. La luz eterna te ilumine, Timothea.
El recién convertido Stratonice partió de esta vida; en el lugar de los mártires lo sepulté, rezando por su paz.
Lo que Calvino enseña con respecto a tales rezos y oraciones de la primera iglesia aclara tanto, que considero ser útil citarlo aquÃ. En su carta al cardenal Sadolet escribe esto: Bien sabemos que las iglesias primitivas a veces solÃan nombrar los difuntos en sus oraciones, pero esto sucedÃa pocas veces, y con palabras muy cuerdas, querÃan en primer lugar expresar su amor hacia los muertos. Los edificadores, empero, que han de levantar su purgatorio, aún no han nacido. Porque esto es tan amplio y respetado, que en parte su poder se apoya en ello. Usted mismo pues conoce la malicia de desvÃos que surgió de esto; usted conoce la ardid que la superstición invento como pelota de juego; usted conoce las prescripciones inventadas por avidez, para exprimir de muchas maneras a las gentes; usted sabe del daño que esto hace al temor de Dios. No es pues lo peor de todo que (sin mencionar que asà se destroza el verdadero culto a Dios) todos, fuera del mandato Divino Se arrojaron con presteza para ayudar a los muertos, olvidando nuestro natural amor al prójimo? (De la Respuesta al Cardenal Sadolet p.44,45)
Ya que de a poco se esta tomando conciencia del hecho que no hay base bÃblica para justificar el Rezo por los difuntos, muchos recurren a la intuición de fe para mantener en pie el edificio caduco del dogma del purgatorio.
Es una inclinación natural de hombre rezar por los muertos. Pero, ¿es por ellos según la voluntad de Dios? En toda la Biblia no se halla una sola indicación en la cual esta idea pueda basarse.
Es un engaño de Satanás hacer pensar que nuestras oraciones y plegarias puedan servir a los muertos. El consuelo que la Biblia nos ofrece es mucho más sólido que todo el afán de Roma para los muertos. El capÃtulo 14 del libro de Apocalipsis leemos:
"Bienaventurados los muertos que de aquà en adelante mueren en el Señor. SÃ, dice el EspÃritu, que descansarán de sus trabajos; porque sus obras con ellos siguen" (Apoc. 14:13) ¡Al morir ellos entran en la salud eterna! ¿De qué aún le pondrán servir los rezos? Y para quienes han muerto es incredulidad, cuyos nombres no fueron hallados en el Libro de la Vida, no hay esperanza de salvación a base de nuestras oraciones, porque asà seguimos leyendo, "Fue lanzado ene. Lago de fuego", (Ap. 20:15). Se han de hundir en la eterna perdición.
El Católico Romano es engañado por un dogma mentiroso, que se burla de la obra redentora de Jesucristo. Calvino finaliza su capÃtulo sobre el purgatorio con estas palabras: No me detengo en las supersticiones más groseras con las cuales han engañado a los simples; y sin embargo estas son innumerables, y la mayorÃa tan monstruosas, que no pueden cubrirlas ni siquiera con apariencia de sinceridad. También me callo del negocio tan escandaloso que de acuerdo a sus pareceres han hecho. Porque serÃa sin fin, y también sin mencionar todo ello, se ha dicho lo suficiente para apoyar la conciencia del lector piadoso..... (Inst. III,V,10).
La autobiografÃa de San Pertuus
En ese escrito leemos lo siguiente: Comprendà que ahora yo era digno de ser el intercesor de Dinocrates. Por eso comencé a elevar muchas plegarias y suspiros al Señor a favor de él. Durante la noche tuve una visión: vi que Dinocrates salió de un lugar oscuro donde habÃan muchas otras personas; su rostro estaba triste, Pálido y desfigurado por las heridas que tenÃa cuando murió.
Dinocrates habÃa sido mi hermano en la carne. (....) Vi que en entre él y mà habÃa un espacio grande, que ninguno de nosotros dos podÃa salvar. En el lugar donde se encontraba Dinocrates habÃa un lago lleno de agua, cuyo borde era demasiado alto para la estatura de un niño. Dinocrates se extendÃa, queriendo beber de ese lago, y me entristecÃa profundamente viendo que el lago estaba profundamente lleno de agua, pero que el borde estaba demasiado elevado para él para poder alcanzarlo. Me desperté, y comprendà que mi hermano sufrÃa...) Perpetuus inmediatamente comenzó a rezar por él. Luego de un tiempo tuvo otra visión: La luz habÃa ocupado el lugar de la oscuridad. El rostro de Dinocrates estaba sonriente y alegre. Llevaba ropas hermosas y la herida de su rostro habÃa desaparecido. El borde del lago habÃa bajado y fácilmente él podÃa beber del agua. Además bebÃa de un cántaro que estaba a su lado y cuyo contenido no disminuÃa. (De: Histoire des Persecutions), P Allard).
Es propio del hombre caÃdo determinar que sus propias experiencias y visiones religiosas son de origen Divino.
¡Cuan fácilmente nuestro espÃritu humano cae en toda clase de doctrina de error! Solo se halla la verdad cuando se permanece dentro de los lÃmites de la Palabra de Dios. ¡Retengamos esto a todo costo!
La verdad de la Palabra es tan clara y sencilla que ni hombres ni ángeles la pueden mover. Una opinión religiosa de voluntad propia, que se basa en algo que no es de Dios, no es digno de ser llamado fe, y ¿quién se atreve a llamar fe a una opinión sin base que es dada al hombre por la astucia de Satanás...? Asà escribió Calvino al cardenal Sadolet.
SabidurÃa verdadera es someter toda opinión propia a la Palabra de Dios: "fÃate de Jehová de todo tu corazón; y no estribes en tu prudencia" (Prov. 3:5). Una actitud humilde ante la Palabra de Dios hace uno tenga en cuenta los lÃmites del propio poder y pensar. El temor del Señor es el comienzo de la sabidurÃa.
Catharina de Génova (1510): Tratado del Purgatorio
Dios me muestra que El para ninguno cierra las puertas del cielo. Entran todos los que lo desean. Siendo El la misma misericordia, extiende sus brazos hacia todos para acogernos a todos nosotros en su gloria.
Pero El me muestra además que su ser Divino es de una pureza tan grande e incomprensible, que el alma con la menor imperfección, antes se echarÃa en el infierno que presentarse en esa situación ante tal majestad. Por eso (...) gustosamente esa alma se dirige al purgatorio y los considera como una gran misericordia tener este medio para deshacerse del impedimento, que la impide echarse en los brazos de Dios.
¿No atestiguan estas palabras de una lamentable falta de conocimiento sobre el poder purificador de la sangre de Cristo? Esto atestigua de falta de conocimiento del perfecto perdón en Cristo Jesús. El llevo todos nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, (1 pe. 2:24). ¡El llevó hasta el final el castigo de nuestros pecados! ¿Cómo aún puede exigirse de nosotros castigos o penitencia alguna?
Catharina de Siena (1347-1380)
Os es dado abreviar el tiempo del castigo de ellos, dice Dios... Esas pobres almas han desperdiciado su tiempo por ignorancia, y separadas del cuerpo ya no tienen tiempo de ganarlo. Por eso mi Providencia ha aceptado a vosotros como mediadores: estando aún en este cuerpo mortal, os es posible aprovechar vuestro tiempo para ellos. Por medio de vuestras limosnas, misas, podéis abreviar el tiempo de su castigo.
¿Cómo podremos dejar conducir nuestras vidas por tales cuentos de imaginación? Quien cree en estos cuentos comete un tremendo error. La Palabra de Dios llama a tales personas: necios. Por no haber obedecido a la Verdad y SabidurÃa de la Palabra de Dios, son llamados insensatos que aman la insensatez. Solamente las Sagrada Escritura es el único y verdadero fundamento sólido para nuestra fe y vida.
"Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edifico su casa sobre la peña; y descendió lluvia, y vinieron rÃos, y soplaron vientos, y combatieron aquella casa; y no cayo: porque estaba fundada sobre la peña. Y cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le comparare a un hombre insensato que edifico su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron rÃos, y soplaron vientos e hicieron Ãmpetu en aquella casa; y cayo, fue grande su ruina" (Mat. 7:24-27)
En estas palabras de nuestro Señor Jesucristo se expresa que la sabidurÃa de Dios, tal como está contenida en la Escritura, excluye toda sabidurÃa humanan y autónoma.
El hombre por su naturaleza siempre está inclinado a invocar a los argumentos de la tradición, que en sà mismo siempre tienden a elevarse por encima de la Palabra, y tienen la tendencia pretenciosa de presentarse como juez de la Palabra de Dios.
Una persona puede ser muy capaz intelectualmente, pero ser muy insensata en su andar, por negarse a dar el primer pasa en el camino hacia la sabidurÃa, o sea que se niega a andar en el temor del Señor. Jesucristo reprocha a los Fariseos y Escribas su insensatez, porque ellos, al costo de la verdad de la Palabra de Dios, seguÃan invocando a sus tradiciones en las cuales se basaban.
"Mas en vano me honran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres" (Mat. 15:9) Lea en cuanto a esto también Mar. 7:8,9,13.
Es verdad que la tradición no es otra cosa que palabras de hombres. Y todo cuanto el hombre agrega como adición a la Palabra de Dios es una deformación de la Palabra y un desconocer al Dios de esa Palabra. Por eso es tan importante tener en cuenta lo que Pablo en 2ª Cor. 10:5: "Destruyendo consejos, y toda altura que se levanta contra la ciencia de Dios, y cautivando todo intento a la obediencia de Cristo.
En verdad es asÃ: la fe del cristiano no debe fundarse en le testimonio humano, o en opiniones variables, ni tampoco en dignidad humana, sino solo en aquello que esta gravado en el corazón por el dedo del Dios viviente, de modo que ninguna niebla de error lo pueda envaguecer.
Nada tiene de Cristo el que no se atiene a las siguientes verdades básicas: solo Dios es el que ilumina nuestro entendimiento para llegar a conocer la Verdad, sellándola por Su EspÃritu en nuestros corazones, afirmándola en nuestra conciencia. Esa es la seguridad plena de la cual Pablo nos habla; ella no deja lugar a dudas, no vacila ante las tentaciones, ni duda en cuanto a que atenerse; sÃ, ella sigue firme, aunque todo el mundo este en contra de ella. (Calvino al Cardenal Sadolet).
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