A partir del Concilio Vaticano II que fue promovido por el Papa Juan XXIII y concluido por el Papa Pablo VI, se ha desarrollado un movimiento religioso conocido con el nombre de Ecumenismo y que tiene como propósito principal el acercamiento entre los diversos grupos del cristianismo. El propósito final es que se llegue a un acercamiento de tal modo que se cumpla el deseo de Cristo en la oración sacerdotal que se encuentra registrado en Juan Cáp. 17 y "que todos seamos uno". Creemos que es una aspiración legÃtima y moralmente correcta en el sentido de que haya comunión entre todos los que profesamos la fe en Cristo, pero dicha unión sólo es posible si llegamos a, como dice el apóstol Pablo en el libro de los Efesios, la unidad de la fe que es lo mismo decir, la unidad doctrinal.
En el mundo protestante ha habido personeros de indudable influencia que han hecho esfuerzos para que se logre dicha unión, pero la resistencia no se ha hecho esperar, resistencia surgida tanto del mundo protestante como del católico. Y en nuestra opinión, dicha resistencia tiene razón de ser por dos motivos principales: el primero es que las doctrinas católico romanas están basadas muchas de ellas no en las declaraciones del Texto BÃblico, sino en las enseñanzas de la Tradición que para el catolicismo romano tiene igual valor que las declaraciones de la Biblia, posición que el protestantismo conservador rechaza; el otro motivo de tremendo peso es que las declaraciones del catolicismo y que están expresadas en los documentos del Concilio de Trento como reacción a la Reforma que se inició en Alemania en 1517, todos los protestantes que nos oponemos a las enseñanzas católicas estamos bajo la maldición de los papas.
A continuación queremos presentar una breve reflexión sobre las declaraciones de un teólogo católico suizo que ha tenido mucha influencia en todos los cÃrculos cristianos y que la revista holandesa "En La Calle Recta" No. 190 de Octubre del 2004 presenta en la pág. # 5.
Un Teólogo Romano-Católico Que En Muchos Puntos Dio La Razón A Lutero.
Se trata del teólogo suizo Hans Küng. Nació el 19 de marzo de 1928 en Sursee, Suiza, dentro de una familia católica. Estudió TeologÃa en Roma y Paris.
Ya en 1969 fue nombrado profesor de TeologÃa fundamental romano-católico en la Universidad de Tübingen Alemania. Tres años más tarde recibe allà la dirección del Instituto Romano Católico para el ecumenismo. Eran los dÃas del concilio Vaticano II, al que fue llamado por el Papa Juan XXIII. El concilio durante los años 1962-1965 celebró cuatro sesiones.
Precisamente en 1960 escribió Küng su libro "Konzil und Wieder, Wiedervereinigung, Erneuerung als Ruf in die Einheit" (Concilio y Reconciliación, Renovación como llamada a la Unidad). En el concilio Küng estaba como perito. En el concilio Vaticano II, Küng ha tenido una gran influencia, y él ha pensado e incluso esperado que en la iglesia Romana-Católica se darÃa un cambio fundamental, un rumbo más bÃblico.
Pero a pesar de todo: ¡Roma siempre sigue siendo Roma! El Papa Juan XXIII murió durante el Concilio, y sus sucesores es bien conocido que no deseaban ir tan lejos como él.
Las modificaciones que estaban en curso con Juan XXIII fueron frenadas sistemáticamente por la curia.
La infalibilidad del Papa, el estado del celibato obligatorio de los sacerdotes, el culto a MarÃa y a los otros santos aún siguen estando en vigor como un bien legÃtimo de la fe romano-católica. El actual Papa polaco incluso ha avivado el culto a MarÃa antes que desalentarlo.
En el concilio Küng eran considerado como un teólogo progresista, pero no radical. En sus libros notamos una cierta influencia de la teologÃa protestante alemana, en especial de Karl Barth. Pero dentro de su iglesia se le consideraba muy radical "medio protestante". En Roma se presentó una querella contra él. Pero se negó ir a Roma para responder. Eso le llevo a que el 18 de diciembre de 1979 se le retiró la autorización eclesiástica para enseñar teologÃa. Desde su actitud ecuménica, Küng no estudió solamente las doctrinas de las iglesias protestantes, sino también la de las iglesias ortodoxas, e incluso prestó atención entre la relación del cristianismo y las otras religiones del mundo. En uno de sus libros habla de todos los grandes pensadores cristianos, como OrÃgenes, Tomás de Aquino y muchos otros. Y en esa lista está también MartÃn Lutero, luego según Küng más o menos como un "maestro de la iglesia".
En lo que Küng escribe sobre Lutero notamos una gran generosidad: incluso le llama "el Lutero católico", esta es una definición totalmente distinta de la que encontramos en la bula del Papa León X. Esta bula que se Promulgó el 15 de junio de 1520 con el nombre de: Exsurge Domine (¡levántate Señor!) Aquà al gran reformador se le compara con un puerco montés que ha destrozado la viña del Señor (Salmo 80:13).
Pero Küng va bastante lejos en su positivo aprecio a Lutero. Señala que ya muchos antes, y en muchos habÃa una añoranza de reforma en la iglesia tanto en su cabeza como en sus miembros: las circunstancias lo pedÃan, como el hecho de que hubiese hasta dos o tres papas que se excomulgaban mutuamente. El celibato obligatorio de los sacerdotes era algo muy difÃcil para muchos, la población por lo general, supersticiosa, la liturgia era muy superficial y la piedad popular tenÃa un carácter muy legalista. Por todo esto la cristiandad europea mucho antes de Lutero ya estaba en una profunda crisis.
Pero hasta el tiempo de Lutero los concilios reformistas de Constanza, Basel, Florencia fueron un fracaso. Como escribe es profesor Küng: sólo era necesario un genio religioso que pudiese reunir los deseos y personificarlos.
Lutero fue para eso la persona indicada. De él dice Küng: "Que él ha reunido y forjado las fuerzas positivas que entonces existÃan, y todos esos movimientos reformistas fracasados lo ha centrado en su genial personalidad de profundo creyente, y sus Ãntegros motivos expresados por medio de un lenguaje magistral. Sin MartÃn Lutero no habrÃa Reforma en Alemania". El punto de partida de Lutero para desear una reforma, eso indica, según Küng, no en primer lugar en su deseo de hacer desaparecer la situación eclesiástica, ni la vida de la iglesia y su organización. Pero ese punto de partida radicaba en su crisis vivencial profunda y muy personal vivida. Como monje Lutero, que se consideraba un pecador ante Dios, tuvo que hacerlo todo según las indicaciones y las directrices de la iglesia para tener la seguridad de su salvación personal. El habÃa rezado con fervor las horas del coro, habÃa tomado parte en la misa, ayunado, confesado, habÃa realizado toda clase de duras y difÃciles penitencias, pero esa profunda intranquilidad no desaparecÃa con todo eso. La pregunta de Lutero era: ¿cómo arreglar la situación de nuevo entre un vil pecador como yo y el Dios Santo? ¿Cuándo un pecador está justificado ante Dios y cómo conseguirlo?
La respuesta la ha encontrado Lutero en una liberadora experiencia de fe en la carta de Pablo a los Romanos: el hombre no se puede justificar ante Dios con toda su piedad, sino que es Dios mismo el que justifica al pecador sin merecerlo por Su pura gracia, como Dios misericordioso en y por Cristo.
Por esa nueva comprensión de la justificación y de la vivencia personal, Lutero también llega a otro punto de vista sobre la esencia de la iglesia. Eso implica una crÃtica radical a la iglesia de su tiempo. Con sus sacramentos, cargos eclesiásticos y tradiciones en la práctica y la doctrina se habÃa apartado del Evangelio. Ese evangelio, en el que Lutero habÃa redescubierto el poder de Dios en su propia vida de la fe. La iglesia en gran mayorÃa se habÃa vuelto mundana y legalista.
Küng formula una penetrante pregunta: ¿No habÃa roto totalmente Lutero con la tradición católica por su crÃtica radical? El hace un gran esfuerzo para demostrar que precisamente la manera de ver la fe; Lutero es por excelencia católico, luego en la lÃnea de la buena fe de la una, santa universal o católica iglesia cristiana. Küng señala la continuidad histórica en el pesar y hablar de Lutero, y Para ello nombra tres cosas.
En primer lugar "los mejores elementos de la piedad católica" que Lutero mantuvo a lo largo de toda su crisis, como centro a Cristo crucificado, enseñado por su superior Johan von Staupitz.
En segundo lugar la mÃstica medieval, en lo que eso tenÃa de bÃblico, y ponÃa el acento en el trato personal del hombre pecador con su Dios, a parte de buscar escrupulosamente sin cesar el realizar "obras buenas" para por ello ser acepto a los ojos de Dios.
Una tercera cosa que para Lutero ha tenido un gran significado fue la teologÃa de AgustÃn. Por algo era un monje agustino, y por eso un buen conocedor no solo del gran teólogo norteafricano sino también de su lucha personal y espiritual.
Quien lea algo de AgustÃn, preferentemente en latÃn, intuye directamente: esta es una piedad esencial y existencial, que es auténticamente cristiana, en la que se abre el Evangelio en toda su amplitud ante la mÃsera existencia de los pecadores.
Y como cuarto y último elemento de la vieja iglesia católica está la influencia de la teologÃa medieval en el conflicto entre el pelagianismo de la tardÃa escuela franciscana de Occam por un lado, y la doctrina más bÃblica de la gracia del gran dominico, Tomás de Aquino. Por su estudio y reflexión de esa lucha teológica nos encontramos con Lutero en la absoluta soberanÃa de Dios, de la interpretación de la gracia como don (regalo) y no como remuneración por las buenas obras realizadas, y el aceptar al pecador pura y solamente en virtud de los méritos de Cristo, un aceptar que no es por ningún mérito del hombre.
La clara conclusión de Hans Küng es que para los romanos católicos es totalmente imposible condenar a Lutero.
La tradición católica medieval, asà escribe él, tiene muchas coincidencias con la gran "concentración" teológica de Lutero. Y la palabra "concentración" nos pone en la pista del punto en el que los caminos de la Reforma y Roma, también en sus mejores representantes, finalmente se separan.
Küng ha querido decir con "concentración" que no niega que hay importantes elementos de verdad en el modo de ver las cosas Lutero, y por eso en toda la Reforma. Pero hay una "concentración", como una selección de algunos puntos teológicos muy importantes, que en los dÃas de Lutero eran importantÃsimos. Pero: la doctrina católica es mas amplia que lo que Lutero y sus seguidores enseñaron. Es la verdad pero no toda la verdad. En cierto sentido Küng encuentra las opiniones luteranas "una caracterÃstica de su tiempo".
Küng señala algunos puntos en los que Lutero tenÃa razón, es decir en su pensamiento sobre la justificación de un pecador ante Dios, sobre la gracia, y sobre la fe.
Las preguntas sobre la justificación no son según Küng en el aspecto de la teorÃa abstracta ningún elemento de separación. Pero terminamos con una confidencia final de Hans Küng: "Si, la actual mentalidad sÃquica pero no espiritual de la dictadura de Roma es de nuevo una afrenta a la reforma y a los buenos principios católicos (el Papa no esta por encima de la Escritura). Pero lo que Lutero quiso conseguir por el Evangelio, en Roma sigue teniendo poca comprensión".
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