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Por Sus Frutos Los Conoceréis

 
 

Introducción:

Con frecuencia recibo preguntas de lectores de nuestra página referente a la proliferación de personas religiosas que autodenominan “profetas” y que a través de dicha pretensión tratan de subyugar las voluntades de personas que tienen escaso o ningún conocimiento de la Biblia. De acuerdo a nuestro entender los grupos donde más aflora “la profecía” es en algunos grupos del neopentacostalismo así como en las sectas históricas de los Testigos de Jehová y la iglesia Adventista del Séptimo Día.

Nos parece atinado publicar este artículo del hermano Francisco Fernández Marín que fue publicado en la revista “En la Calle Recta”, No. 184 de Octubre de 2003. Pág. # 25.

“Así todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos” (mateo 7:15-23).

Esta porción del Evangelio es de una impresionante actualidad. Y no debe sorprendernos, porque si la clase de profetismo al que se refiere resulta ser una constante en la historia de la religiosidad, en los días actuales se muestra desagradablemente exacerbado. Nuestra época esta distintivamente caracterizada por la introducción de las mas sorprendentes novedades que registra la historia humana, ya sean estas científicas, políticas, sociales o religiosas. En el terreno de las creencias religiosas nunca han faltado aquellos “lideres o maestros”, que se han considerado ser los portadores de un mensaje nuevo o especial, dirigiéndose a las gentes para que acepten sus extraordinarias enseñanzas y las sigan con obcecación pertinaz.

Pero lo mas triste de las actuaciones de estos “iluminados” enseñadores es que, con mayor frecuencia, utilizan para sostener o defender sus pretendidas “verdades” –o mejor dicho, sus crasos errores doctrinales-, o puntos de vista, textos sueltos -fuera de contexto- de la Biblia, la Palabra de Dios. Vemos, pues, que este es el modo generalizado de actuación de muchos lideres o propagandistas que militan entre los varios campos religiosos, ya sea entre los que se dan a conocer como los Testigos de Jehová, o como los que militan en la Ciencia Cristiana, o los que están con los mormones, o con los niños de Dios, o con los carismáticos, etc, etc.

El objetivo primordial que persiguen es el engrandecimiento de sus “comunidades” con nuevos “conversos”. También pudiera incluirse en la lista a aquellos dirigentes o ministros de la Iglesia del Señor que, abusando de su cargo y privilegio, exigen u obligan a los miembros de la congregación a aceptar o seguir reglas, normas o pensamientos particulares que son conflictivos y extrabíblicos, o que bajo una falsa apariencia alegan tener un respaldo bíblico. Todo este cúmulo de manifestaciones constituye el falso profetismo denunciado por el Señor Jesucristo.

¿Qué es, entonces, un profeta? El ministerio profético suele ser pluridimensional. La predicación que trata del futuro –y que muchas personas vulgarmente entienden por profecía- es solamente un aspecto y no el mas importante del profetismo.

En la porción del Evangelio que estamos tratando, Jesús no quiere prevenirnos contra los falsos agoreros que muchas veces se aprestan a pronosticar acontecimientos que han de suceder. Lo que Jesús quiere es que sepamos discernir el autentico profetismo de la áspera y severa locuacidad con aspecto religioso.

De ahí que el profetismo deba ser entendido como conocimiento de las cosas de Dios, o conocimiento relativo a la ejecución del plan salvífico de Dios en el mundo.

¿Qué es, pues, un profeta? En el antiguo Testamento, según la palabra hebrea “nabi”, que traducida significa “profeta”, se refiere a uno que esta al servicio de Dios para “derramar” o “verter” las comunicaciones recibidas por Dios.

Además de la palabra “nabi” se encuentra en hebreo el termino “rô´eh” que significa “vidente”, muy utilizado en los días de Samuel (1 Samuel 9:11,18,19).

En 1 Samuel 9:9 leemos: “Antiguamente en Israel cualquiera que iba a consultar a Dios, decía así: Venid y vamos al vidente; porque al que hoy se llama profeta, entonces se le llamaba vidente”. También hay en hebreo la palabra “hôseh” que significa el “vigia”. Con estos nombres se daba a entender que a los profetas, siervos fieles del Señor, les es dado mirar las cosas del Señor, oculto para el hombre natural. La palabra hebrea “hôseh” también quiere decir “el visionario”. El termino “holem” (soñador), es igualmente una palabra paralela (Deut. 13:1-5). Por lo tanto, el Profeta del Antiguo Testamento podía tener visiones divinas, es decir, estaba iluminado para ver las cosas que solo Dios podía revelar.

En el Nuevo Testamento la palabra traducida al griego “profetes”, no significa precisamente “uno que predice”, sino “uno que habla en lugar de otro”, es decir “uno que predica íntegramente el consejo de Dios”. Por lo tanto el conocimiento profético no es un saber abstracto de Dios que permite decir algo de El en el plano de las ideas puras, sino más bien un saber experimental de Dios como realidad viviente y una transmisión del impacto existencial que tal conocimiento engendra. Dios vive en el profeta y expresa Su divina voluntad a través de el. Por eso el Señor Jesús nos dice” “Guardaos de los falsos profetas.

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